sábado

HIJO DE UNA CAFETERÍA DE PLÁSTICO

Voy a hacerte el amor
hasta llenarte el alma,
o morir sin ti
en una cafetería de plástico.
Ciclos vienen, tú te vas.
Mi cabeza rebosa
de conversaciones de abuelas.
Si me conformara con una porción
y el rincón de la cafetería.
Las viejas inundan el lugar:
dentaduras postizas, perlas,
moños y pensión de viudedad,
gafas de pasta, brisca y té.
Sólo las oigo masticar.
Escribo un papel
y me pierdo en la mesa.
Cola de máquina,
tortilla recalentada
con ketchup.
Ciudadano climático,
tanto como la luna,
olvídate en lugares
donde no se puede
esperar nada
excepto el siguiente metro.
Y si mirás atrás,
sólo si miras atrás,
si te atreves
a mirar atrás,
no hay nada,
sólo impaciencia,
soledad,
plástico en tu plato.
Nada.
No hay nada.
Salvo 26 viejas,
12 de ellas en un corro,
3 botellas de agua mineral,
2 cromos en el grasiento suelo,
16 gusanos de seda en una caja de seda sin agujeros,
14 risas punzantes,
1 ficus,
1 dependiente con pajarita,
3 canciones de los Beatles en versión de supermercado,
2 máquinas tragaperras,
1 niña lasciva que bebe en pajita,
miradas vacías que miran a ventanas vacías,
y un espejo en el que aparezco sin ti,
no hay nada en mi cafetería.

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