jueves

AMANDO A TALITA


Talita González era una mujer de vida gris. Vivía en un ático muy "cuco" en la mejor zona de la ciudad y tenía un buen empleo (o el empleo la tenía a ella, según se mire) de secretaria para un empresario poderoso y apuesto. Tenía también un ropero lleno de trajes grises, grises pañuelos y zapatos grisáceos. Gris era la luz con la que amanecía, brillos apagados que perforaban su ahumada persiana. Gris su ropa interior y grises sus sueños, gris despertador y gris su bostezo en el gris vagón de metro junto a puñados de hombres grises, todos de camino a sus grises empleos, tratando de rozar el trasero de Talita con sus grises manos. Gris era la salsa de sandwich, gris su televisor... hasta su kit de tampones era gris.

Tan sólo una cosa no era gris en su vida. Las noches. Más concretamente las noches de 10 a 11. Sólo en esos momentos Talita olvidaba el vacío de su existencia y se entregaba a algo. Sólo entonces se sentía amada. Algunos lo llamarían obra de caridad, otros transubstanciación, para Talita sólo se trataba de un acto de supervivencia, algo que la zafara de su asfixia. Todo comenzó el día en que Talita decidió hacer algo por los más necesitados. Así fue como comenzó a dar espectáculos gratuitos de strip-tease en orfanatos.

En su primer strip-tease para los pequeños supo que aquella era su sagrada misión. Le bastó ver las caritas de los inocentes niños de nueve años babeando ante su turgente cuerpo desnudo para matar a la Talita gris. Ella, la nueva Talita, vestía de gris y con gafas, pero sólo como gancho fetichista. Hacía el papel de una profesora perversa que iba despojándose de su ropa hasta conseguir humedecer los pantalones de todos aquellos tiernos infantes.

Pero los años fueron pasando, y el deseable cuerpo de Tanita tornó en fofo y arrugado despojo. Los niños dejaron de atender a su antiguo icono sexual. Preferían ver un reality show a contemplar su impúdico baile. Sus envolventes movimientos no servían para despertar la pasión de los pequeños romeos, ahora embrujados por las imágenes irreales de concursantes en bikini. Así fue como Talita: desdentada, septuagenaria, canosa y con más vello en las axilas que de costumbre, se pegó un tiró. En el mismo escenario donde tantas veces se desnudara yacían ahora sus sesos. Los niños tardaron cinco horas en percatarse de su muerte, algo lógico si consideramos que emitían la final de gran hermano.

Moraleja: si tienes setenta años mejor no hagas un strip-tease en un orfanato

No hay comentarios: