

-Puedo mirar –dijo él-, ¿verdad? Me gusta. Me gusta tanto…
No supe qué decir en aquel momento, de modo que volví a expulsar bilis sintiendo su mirada inquisitiva. No podría decir que me molestase en ese momento, diría que incluso me provocaba una ligera excitación. El problema comenzó cuando empezó a sacar natilla de su ombligo, natilla que fue transformándose y tomando forma, primero sólo sacudiéndose como rama violenta, luego en reptil y finalmente en brazo humano, con tatuaje de “amor de madre” incluido, que me sostuvo en el aire varios minutos. Fue entonces, creo, cuando morí, al menos según mis prejuicios católicos. La natilla se adentró en cada poro de mi piel, penetrando y fragmentando mis órganos. El momento de la explosión produjo algo de sangre… al fin y al cabo era la primera vez que era violado por un alienígena. Después sólo quedé en el suelo, tornado a mancha negra, esperando la fregona.
La siguiente mirada que vi fue la de mi amigo.

Yo no sabía que decir en aquel momento. Mi amigo estaba como siempre (salvo porque le faltaba el brazo izquierdo y en su lugar sólo tenía un desagradable y supurante muñón), mientras que yo era una mancha negra en el suelo de un lavabo público.
-Te veo raro –siguió Ernestino-. No me digas más, ¡te ha violado un alienígena y has acabado convertido en una mancha negra esperando la fregona. Siempre andas compitiendo a ver quién pasa la noche más loca, ricura. Esta vez te has superado.
Dicho esto se fue. Quise gritar, pero las manchas no tienen boca. En realidad no tienen nada, excepto mancha. Así que me resigné y esperé la llegada de la señora de la limpieza. Cuando llegó me fregó, me estrujó y me echó en un sucio cubo de agua de fregar. Entonces fue definitivo, morí.
Yo soy católico, como ya he dicho. Por esto no pude evitar sentirme estúpido al ver que me había reencarnado. Después, ya acostumbrado, me rasqué el lomo. Y es que es duro ser un perro con pulgas llamado Alfredo en una ciudad que no sabe que los perros tienen nombre. Es duro que te llamen Toby, Rufus, Roky, Kyara, etc. Ciertamente es duro llamarse Alfredo.

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