sábado

ELECTRODOS CASTIZOS a.k.a. PEPLUM PRIMUS (ANTIGUA SUBURBIA)

I
Alrededor de las 12:51
Minuto más, minuto menos,
Acercándose al pabellón 8
Del ambulatorio número 50
En la calle 305, sector H,
Bloque 2-G.
Acercándose el trampero
A la dirección dicha, descubrió
Que una hormiga cosquilleaba
En su roído calcetín,
Y con dos dedos la aplastó.

II
La cofia de la enfermera,
Mujer oronda y nerviosa,
Se movía a su compás.
Las paredes del pabellón…
Vacías y pálidas,
Faltas de sentido y sentimiento,
Inundaban la sala y las cabezas.
13 horas después
El altavoz vomita tu nombre,
Mecánicamente.
Te levantas, trampero, y recorres
Fantasmales pasillos de efervescencia.
Piso quinto, consulta número 7,
Eres declarado incapaz,
Incapaz para la producción.
Las palabras surgen de una máquina.
Presunto trampero,
Te diriges a la comuna.
Las máquinas
De la nueva ciudad,
Del viejo mundo
Imponen su ritmo vertiginoso
A todo aquel que tenga algo que hacer.
Tú, que no lo tienes, sólo miras,
Algo que nadie hace.
Ves gente que corre
Al son de luces y sonidos hipnóticos,
Nadie mira.

A tu mirada sincera sólo encuentras
La respuesta esquiva de sus ojos.
Ojos cansados, ¿grises?
Se niegan a mirar, quizás sea miedo.
El cielo era algo
Que escapaba de tu percepción
Cuando tu campo visual estaba ocupado
Por tu reloj digital.
Ahora, mirándolo,
Azul anaranjado,
Frío y vaporoso,
De esponjoso desenfoque,
Consigues rescatar una lágrima.
Algo que olvidaste hace tiempo.

III
Nada nuevo en la comuna,
Sólo una mala noticia que ya esperabas.
No hay producción,
Luego no hay vivienda.
Empaquetas y vuelas,
¿para qué malgastar otra lágrima?
Caminando casino y…
La oficina de empleo,
Edificio burocráticamente ridículo
De funcionarios casi calvos
Con gafas de culo de vaso.
Sellan sus papeles,
Marcando tu destino.
No deseable.
No produces.
No eres nadie.

IV
Siempre habías sido alguien,
Creías que eso era algo
Que no se te podía robar.
Pero la fría mañana
Dio paso a la aturdida
Tarde esmeralda
Y el paisaje te
Encontró sentado,
Preguntándote
Y sin poder responder.
Orinas en la oficina.
Sigues teniendo alma.
Acaricias la bóveda estelar
Con una lágrima.
Y aún quedan geranios
En el tiesto de la vecina.

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